No hay camino sin meta
El miércoles de ceniza es el umbral de un tiempo de 40 días que en sus casi seis semanas nos lleva de la mano por un camino de conversión, de arrepentimiento, de solidaridad y de apertura a la acción del Espíritu. Ese mismo día, o el primer domingo de Cuaresma, somos marcados en la frente con la ceniza, un signo penitencial de larga tradición bíblica: polvo muerto, resto de algo que fue vivo. La ceniza nos recuerda la caducidad de nuestra vida y nos invita a aprovechar este tiempo para un cambio interior con los ojos fijos en Jesucristo.
La Cuaresma, como todo tiempo de preparación, es un camino que no se entiende sin su meta. Y esa meta es la gran fiesta de la fe, la que desde el inicio del cristianismo ha constituido el único gran motivo de celebración: ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos! ¡Cristo vive! ¡Cristo ha vencido el pecado y la muerte, que cargó consigo en la cruz por amor a la humanidad! ¡Cristo Señor, el Viviente, la Palabra, se queda para siempre con nosotros en su Espíritu, como liberador de todo mal, como fuente de esperanza, como luz en las tinieblas!
El artículo completo lo puede encontrar en la revista "Celebrar" 122.
El miércoles de ceniza es el umbral de un tiempo de 40 días que en sus casi seis semanas nos lleva de la mano por un camino de conversión, de arrepentimiento, de solidaridad y de apertura a la acción del Espíritu. Ese mismo día, o el primer domingo de Cuaresma, somos marcados en la frente con la ceniza, un signo penitencial de larga tradición bíblica: polvo muerto, resto de algo que fue vivo. La ceniza nos recuerda la caducidad de nuestra vida y nos invita a aprovechar este tiempo para un cambio interior con los ojos fijos en Jesucristo.
La Cuaresma, como todo tiempo de preparación, es un camino que no se entiende sin su meta. Y esa meta es la gran fiesta de la fe, la que desde el inicio del cristianismo ha constituido el único gran motivo de celebración: ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos! ¡Cristo vive! ¡Cristo ha vencido el pecado y la muerte, que cargó consigo en la cruz por amor a la humanidad! ¡Cristo Señor, el Viviente, la Palabra, se queda para siempre con nosotros en su Espíritu, como liberador de todo mal, como fuente de esperanza, como luz en las tinieblas!
El artículo completo lo puede encontrar en la revista "Celebrar" 122.
No hay comentarios:
Publicar un comentario